El higo es uno de los primeros frutos que empezó a cultivar el ser
humano en Oriente Próximo. Hay investigadores que consideran incluso al Ficus carica como la
primera planta domesticada, antes que los cereales o las legumbres.
Por tanto, no es extraño que la higuera llegase a las Islas
Canarias acompañando ya a sus primeros habitantes humanos. Hecho fácilmente
probable por la presencia de restos de plantas cultivadas mediante esquejado en
yacimientos grancanarios. La higuera es, de hecho, el único frutal cultivado
antes de la llegada de los europeos, siendo el resto de frutas recolectadas de
su medio natural (dátiles de palmera
canaria,
zarzamoras, almácigos, yoyas del mocán e incluso frutos del balo), aunque sólo se ha
constatado su presencia en Gran Canaria. Más allá de sus frutos, hay que
destacar otras funciones como su madera como combustible, sus
hojas como forrajes... e incluso su látex para
la elaboración de cuajos, como aún se utilizan en algunas queserías
tradicionales.
Su importancia se constata también en las primeras crónicas de los
europeos como Giovanni Bocaccio (siglo XIV), que alude a la abundancia de
higueras en la isla. También es bien conocida la destrucción de higuerales
llevada a cabo por parte de los castellanos para someter a la población nativa,
dejándola sin recursos alimenticios, o el relato de Viera y Clavijo en su Historia Natural de las Islas Canarias,
cuando en 1785 las higueras salvaron a los herreños de un duro verano de
hambruna.